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La llegada de una hermosa niña en la familia del Rey Leopoldo vería truncada la ilusión del rey (que por cierto era muy grande) de reafirmar su linaje, ya que anhelaba tanto la espera de un varón para que garantizara la misma.
Para esto la Reina Luisa, al ver la actitud del Rey, le comentó a su madre la angustia que sentía, quién la consoló diciéndole que no tenia nada de que preocuparse, ya que la niña, con el paso del tiempo, llegaría a ser la consentida de su padre.
Llegando a los cuatro años de edad la pequeña ya era la consentida de su padre, el cual mostraba con gran orgullo la belleza de su hija, ya que era una niña adorable, aunque a pesar de ser su adoración, el Rey le dio una educación muy fuerte al igual que sus hermanos mayores.
Carlota mostró interés desde muy pequeña por los más diversos temas; desde que tenía cinco años se desenvolvía como todo un adulto y su vocabulario era ya lo suficientemente apropiado con palabras muy elaboradas; acudía a misa y estudiaba su libro de oraciones, lo que la hacia ver encantadora.
La reina Luisa llevaba a Carlota de visita con sus abuelos, al palacio de las Tullerías en París. Carlota tenía por costumbre proyectarse en brazos de su abuelo y cortar infinidad de flores en los jardines del palacio; desde muy pequeña Carlota fue muy unida a su abuela, y para cuando la pequeña tenía diez años de edad, la reina Luisa no pudo sobrellevar la muerte de su padre, y murió el 10 de octubre de aquél mismo año.
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