La población mexicana está compuesta por tres grupos principales: mestizos, indígenas y población de origen europeo. Los mestizos son el grupo mayoritario, ya que constituyen cerca del 80% de la población. El total de población indígena es de cerca del 10%, con más de 50 grupos definidos.
Nace 150 años, las señoras de sociedad en México se vestían según dictaba la última moda parisina. En cualquier ocasión, aún en tiempos de calor, las mujeres querían verse elegantes y, sobre todo, con un talle delgadísimo. Por lograrlo, usaban ajustados corpiños o corsés que apretaban tanto que era frecuente que se desmayaran. La cintura pequeña se acentuaba con el uso de faldas amplias y circulares, sostenidas por un armazón de aros de metal o hueso de ballena llamada crinolina.
Para acompañar sus elaborados vestidos, estas damas usaban zapatos de razo (generalmente más pequeños que su pie para que resultaran más "graciosos") y variados adornos, como ramilletes de flores (como violetas, rosas o lilas), pañuelos de seda, cintas de colores en el peinado, mantillas o sombreros con flores o velos y joyas como y collares de perlas y brillantes. Cubrían sus rostros con polvos de arroz para blanquear la piel, y en el cabello usaban polvos de la India para teñir las canas.
Hombre de campo: el traje de charro
La charrería, una de las tradiciones mexicanas más genuinas, es parte de la cultura nacional. Se desarrolló con la ganadería y con las faenas del campo, siendo los primeros charros los hacendados ganaderos y sus sirvientes. Su historia comienza cuando, poco a poco, los indios y mestizos se acercaron a los caballos y aprendieron con la facilidad que demostraron para adquirir otros muchos elementos que no correspondían a su cultura.
El uso del caballo sólo estaba permitido a los españoles, ya que los indios y mestizos lo tenían prohibido; aunque estos últimos fuesen descendientes de reyes, no podían ser caballeros so pena de muerte. Sin embargo, al pasar el tiempo, fueron jinetes reconocidos, incluso en Europa.
El caballo fue traído por los españoles desde las Antillas, en donde se pudo desarrollar de una manera especial. Al principio, su crianza estaba restringida al español y al criollo; no obstante, de cualquier manera los indios y mestizos tenían que ocuparse del cuidado de todos los animales y como los caballos estaban en libertad, se vieron en la necesidad de lazarlos, jinetearlos, amansarlos, etc., además, con la reata pudieron controlar a los animales salvajes, y fue así como el virrey Antonio de Mendoza se vio obligado a otorgar permisos para que los indios montaran, pues había que defender la tierra y cuidar el ganado.
El traje de charro tiene, entre sus antecedentes, los atuendos de los jinetes hispanos, quienes hacían prendas verdaderamente extraordinarias, especialmente suntuosas, con adornos en plata y oro. Según algunos historiadores, su origen principal está en el traje de Salamanca, España, al que también se le llamaba "charro".
Los charros han tenido una participación especial en muchos momentos históricos de México, tanto en las luchas como en el mantenimiento de la paz, y gracias a sus hazañas consolidaron su figura. Así, durante la guerra de Independencia apoyaron fuertemente y eran conocidos como los "cuerudos"; también se distinguieron por sus proezas en el manejo de la reata que utilizaban para lazar realistas en el Bajío.
Un grupo importante fueron "los tamarindos", quienes, junto con "el amo" Juan Nepomuceno Oviedo, dueño de la hacienda de Bocas en San Luis Potosí, lucharon en la batalla de Puente de Calderón y en el sitio de Cuautla, donde por cierto Oviedo murió.
Otro personaje reconocido por su atuendo charro fue don Pedro Nava. Su vestimenta consistía en una calzonera de paño azul con botonadura de plata y ceñidor de seda bordado con barras de oro, cotona de piel de venado con alamares de plata, botas camperas y espuelas de acero pavonado.
Maximiliano fue sin duda uno de los grandes promotores del traje de charro, aunque al original le hizo algunas reformas que se conservan hasta la fecha. Él prefería la chaquetilla corta sin adornos y el pantalón ajustado con botonadura de plata; el sombrero que complementaba su atavío era de ala planchada galoneado en plata, así como la toquilla del mismo material. En sus viajes, el emperador se hacía acompañar por "gente de a caballo". Toda la concurrencia lucía con mucho orgullo su indumentaria.
También se confeccionaron sarapes y jorongos, pantalones de jerga en blanco y negro para los patrones, así como rojo y negro para los peones, además de chaquetas, calzoneras y pantalones de cuero.
Las mujeres bordaban las camisas de padres, hermanos y novios con la misma delicadeza con que elaboraban sus prendas preferidas. Así, a los sombreros se les fueron agregando bordados distintos que hacían juego con el resto del traje: dibujos de flores, águilas, búhos, serpientes, etc., todo en plata u oro, según los gustos y las posibilidades de su dueño.
Este atuendo ha tenido dos etapas muy importantes: la correspondiente a la época de Maximiliano y la que surgió después y que sigue vigente hasta nuestros días, con algunas modificaciones, especialmente en lo concerniente al sombrero.
Hay diferentes tipos de trajes: el de faena, que es el más usual para las competencias; el de media gala, que es más ornamentado y se utiliza para las competencias; el traje de gala que, aunque puede usarse a caballo, no se utiliza para la ejecución de faenas; el de gran gala, cuyo uso es similar al de gala, es más formal, aunque menos que el de etiqueta. Finalmente está el de etiqueta o ceremonia, que es el más elegante y se usa en ocasiones muy especiales, pero nunca a caballo.
El traje de charro no puede vestirse de cualquier manera: hay reglas específicas para portarlo, las cuales han sido cuidadosamente observadas por quienes quieren conservar la tradición.
Parte importante de la indumentaria del charro son las espuelas, las más famosas se fabrican en Amozoc, Puebla...,"cuyo pavón no borra el tiempo, ni el andar maltrata...", según reza el refrán popular. Por otro lado, las espuelas mantienen vigente la herencia de los diseños árabes y españoles.
Al caballo también le tocó vestirse de lujo con arreos que hacían juego con la vestimenta de su dueño y la silla sufrió modificaciones conforme fueron surgiendo nuevas labores con el ganado. Asimismo, se creó la anquera, descendiente de la gualdrapa, que es como una enagüilla de cuero grueso que cubre el anca del caballo y va ribeteada alrededor de su parte baja con zarcillos o "brincos" hermosamente calados, de los cuales cuelgan algunos adornos llamados "higas" y "coscojos" a los que la gente de campo llama "ruidosos". El fin de este aditamento es amansar al potro y asentarle el paso; es muy útil para ayudar a su educación y lo defiende de las cornadas de los toros.
El antecedente de cómo se fue conformando la charrería, como grupo importante, la tenemos en el siglo XVIII, cuando un contingente de soldados llamados "Dragones de la Cuera" vigilaban los presidios desde Bahía Matagorda, en el Golfo, hasta el río Sacramento, en California del Norte. Ellos protegían a la Nueva España de las invasiones de los indios bárbaros allá por 1730.
De la vestimenta de dichos soldados sobresalía la cuera de ante, que resultaba resistente a las flechas y hacía las veces del escahuipil de la época prehispánica.
Esta prenda tenía mangas y llegaba hasta las rodillas; estaba acojinada por dentro con piel de borrego y era usada con un cinturón de piel cruzado en el pecho; además, en las bolsas de la cuera estaban bordadas las armas del rey.
Algo verdaderamente importante es que los charros no sólo han usado con maestría la reata, el cuchillo, el machete y todos sus atuendos en las labores del campo, sino que también han utilizado tácticas militares. Durante la guerra de 1847 don Pablo de Verástegui, hacendado de Río verde, convocó a organizar una guerrilla contra el invasor ejército norteamericano.
Durante el Porfiriato se hicieron famosos los "Rurales", un cuerpo de voluntarios cuya misión consistía en perseguir a los ladrones y a los asaltantes que asolaban el campo mexicano y hacían intransitables los caminos.
El grupo estaba formado por hombres que vestían como charros, con la clásica indumentaria, y portaban sombrero gris galoneado en plata. Ellos dependían de la Secretaría de Guerra y fueron famosos por su eficiencia para perseguir a bandoleros y abigeos; además, en los desfiles del 5 de mayo y 16 de septiembre, donde participaban, eran ovacionados por la concurrencia.
A los grupos de charros se les ha considerado como un ejército de reserva, por el manejo y conocimiento de armas de fuego. Han participado en las tres revoluciones de nuestro país: la de Independencia, la de Reforma, así como la de 1910. En la segunda, los Plateados y los Chinacos ocuparon un lugar destacado. Durante la batalla, ellos usaron la carabina 30-30.
Durante la Revolución Mexicana de 1910 la charrería como actividad sufrió un receso, ya que se suspendieron las labores del campo; sin embargo, una vez concluido este período y debido a la desaparición de las haciendas ganaderas, se continuó ejercitando, aunque ya como un deporte. De esa manera, se pudieron organizar asociaciones en toda la República y se construyeron lienzos, que tenían y tienen hasta la fecha una reglamentación muy precisa.
La mujer también está presente en la charrería. Ella participa en la Escaramuza charra que fue ideada por don Luis Ortega Ramos, inspirado en una exhibición que presenció en Houston, Texas; no obstante, esta tradición se fue adaptando hasta que quedó como la vemos ahora: un espectáculo totalmente mexicano en el que las participantes lucen sus habilidades con el caballo, sin perder el encanto de su feminidad.
El arte de la charrería nació en el Estado de México y en Hidalgo, extendiéndose al Bajío; ahí tomó características especiales en Guanajuato, San Luis Potosí, Michoacán, Guerrero, Colima y, especialmente, en Jalisco, donde el charro hizo pareja con la "China Poblana".
No hay espectáculo charro que no concluya con el clásico jarabe tapatío, antiguamente llamado "jarabe gatuno", que se consideraba un baile deshonesto, por lo que fue prohibido. Luego se retomó muchos años después.
En dicha danza participan el charro y su compañera, la "China Poblana", en cuyas figuras ha recaído la representación de México en todo el mundo.
La figura del charro ha inspirado a numerosos artistas de diferentes disciplinas: especialmente, se puede señalar al "charro pintor de charros", don Ernesto Icaza y Sánchez, quien, a través de su obra, nos hace admirar detalladamente la vestimenta, las sillas de montar y los arreos clásicos. Él hizo algunos murales en la hacienda de Ciénega de Mata, en Jalisco.
El charro, figura mexicana por excelencia, no pasó desapercibido a la marquesa Calderón de la Barca: "Es innegable que los charros actúan con la autenticidad de un producto cultural mexicano, cuya solera de origen mestizo tiene más de cuatrocientos cincuenta años de añejamiento".
El charro representa al mexicano, el hombre mestizo que lleva en sus venas sangre mezclada de dos grandes razas: la indígena y la española.
La china poblana
La china poblana ha sido una de las figuras populares más pintadas, estampadas y fotografiadas desde la época colonial. Su lujoso traje lleva una falda o “zagalejo” de paño, generalmente rojo, recamado de lentejuelas con dibujos geométricos, y en el frente el águila nacional.
La blusa está finamente bordada en el escote con chaquira y porta un rebozo “de bolita”, zapatillas rojas, largas trenzas con listones de colores y ocasionalmente un sombrero de charro.
El origen de la china viene de la época colonial. Ella era en realidad la princesa Minah, hija de un rey mongol, que fue raptada y luego vendida en Filipinas, de donde salió en una nao rumbo a la Nueva España.
En el camino de las costas del Pacífico a la capital, al pasar por la ciudad de Puebla fue adquirida por una familia española de apellido Soza. Durante su estancia en Puebla sus trajes exóticos llamaron poderosamente la atención de las mujeres del pueblo, quienes los copiaron, agregándoles el gusto indígena. Años más tarde las pulquerías, fondas o refresquerías eran atendidas por muchachas que portaban ese atrevido y llamativo traje. Hoy en día su fama ha trascendido las fronteras y en el extranjero, junto con el varonil charro, se ha convertido en un símbolo de México.
Las mujeres mexicanas se caracterizan por sus trajes de campesinas, de vistosos colores y estampados autóctonos.
Oficiales civiles tzotziles
En la fotografía, oficiales civiles municipales vestidos con sus trajes para celebrar una ceremonia oficial. Las prendas de vestir que utilizan los indígenas de las tierras altas de Chiapas son de las más bellas de México. Los hombres visten ponchos de lana, blusas bordadas con gran delicadeza y sombreros de paja festoneados con cintas de colores.
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